El dolor
El dolor puede ocurrir en personas con la enfermedad de Parkinson (EP). A medida que progresa el Parkinson, es común experimentar cambios en la columna vertebral, las manos y los pies que pueden resultar incómodos.
Comprensión del dolor
El dolor en la enfermedad de Parkinson se divide en cinco categorías:
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Musculoesquelético: El dolor musculoesquelético se debe a que la enfermedad afecta los huesos, músculos, ligamentos, tendones y nervios. Puede ocurrir repentinamente o ser de larga duración y puede ocurrir en una o varias zonas.
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Neuropático/radicular: El dolor neuropático/radicular se debe al daño a los nervios que ocurre en cualquier lugar desde donde las fibras salen de la médula espinal hasta donde terminan en la piel.
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Distónico: El dolor distónico se debe a un retorcimiento, espasmo o calambre muscular prolongado o repetido que puede ocurrir en diferentes momentos del día y en diferentes momentos del Parkinson.
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Acatisia: La acatisia es la sensación de inquietud o incapacidad de quedarse quieto.
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Dolor central: El dolor central es el dolor debido a que las vías que controlan la sensación y el dolor en el cerebro, el tronco cerebral y la médula espinal no funcionan correctamente.
Casi todas las personas que viven con la EP experimentarán algún grado de rigidez muscular. Las experiencias comunes incluyen flexión del cuello, curvatura del tronco con caída de los hombros y flexión en muñecas, dedos, codos, caderas y rodillas. Estos cambios pueden progresar con el tiempo.
Un tercio o más de las personas con Parkinson a la larga experimentan cambios en la postura, aunque esto ocurre con mayor frecuencia en aquellos con la EP avanzada. Algunas personas experimentan cambios posturales severos con una inclinación extrema hacia adelante o hacia un lado.
Otros cambios comunes incluyen distonía, espasmos musculares y calambres, que son particularmente comunes en los pies. La osteoporosis también puede ocurrir y conducir a huesos debilitados, lo cual puede aumentar el riesgo de caídas y fracturas. Es importante observar el impacto de las cirugías ortopédicas para deformidades de la columna no relacionadas con la EP, reemplazo de cadera y rodilla y otros problemas óseos. Aunque las personas con Parkinson pueden beneficiarse de esas cirugías, su recuperación puede resultar más larga y más complicada que para las personas sin la EP.
La rigidez, los músculos debilitados y las contracciones musculares involuntarias (distonía) pueden causar deformidades dolorosas en las personas con EP. Una columna inclinada o torcida también puede desequilibrar a la persona y aumentar el riesgo de que se caiga.
Cambios óseos y esqueléticos comunes con la EP
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Hombro congelado: rigidez, dolor y pérdida del rango de movimiento en el hombro. Muchas personas experimentan este síntoma antes de un diagnóstico de la EP.
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Dedos de manos o de pies o pies flexionados (mano y pie estriatales): un dedo puede extenderse, el pulgar puede plegarse hacia dentro, los dedos pueden plegarse sobre la palma de la mano. En la pierna, el pie puede flexionarse hacia abajo o girar hacia adentro, el dedo gordo del pie puede flexionarse hacia arriba mientras que los otros dedos se doblan hacia abajo.
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Postura encorvada (camptocormia): la columna vertebral se dobla hacia adelante al caminar, en los casos más severos, hasta 90 grados. Esta postura surge porque las caderas y las rodillas están flexionadas y se corrige al estar acostado.
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Inclinación lateral (síndrome de Pisa): inclinación involuntaria del tronco hacia un lado al sentarse, estar de pie o caminar; siempre hacia el mismo lado.
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Escoliosis: torsión lateral o curvatura de la columna vertebral.
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Cabeza inclinada (anterocolis): la cabeza y el cuello se flexionan hacia adelante; el mentón puede caer hasta el esternón (más común en la atrofia multisistémica que en la EP).
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Fracturas óseas: las personas con la EP corren el riesgo de fracturas óseas por caerse, especialmente por caer sobre la cadera. Las fracturas de la rótula también son comunes, dolorosas y a veces se pasan por alto.
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Baja densidad ósea/osteoporosis: los huesos pueden debilitarse y correr el riesgo de osteoporosis por falta de ejercicio con peso, como caminar y por muy poco calcio y vitamina D. Otros factores de riesgo de osteoporosis incluyen la edad avanzada, el sexo femenino, el bajo peso corporal y el tabaquismo. Una persona con la EP que tiene osteoporosis tiene más probabilidades de romperse un hueso si se cae.
Otros síntomas: ¿Envejecimiento o EP?
Debido a que el mayor factor de riesgo para desarrollar la EP es la edad (la edad promedio del diagnóstico es de 60 años), las personas con la EP a menudo experimentan problemas esqueléticos asociados con el envejecimiento. Aunque no está claro que la EP aumente el riesgo o incluso la gravedad de estas otras condiciones esqueléticas, los problemas de la EP pueden hacer que los síntomas de estas condiciones sean más prominentes.
- La artrosis (u osteoartritis), el daño articular asociado con el desgaste general de las articulaciones, es casi universal en el envejecimiento. La artrosis tiende a afectar las articulaciones más grandes como la cadera y la rodilla.
- La artrosis de la columna también es muy común. Esto puede contribuir al desarrollo de la estenosis espinal, el estrechamiento del canal en la columna vertebral que alberga la médula espinal. En los casos graves, la estenosis espinal causa daño a los nervios cuando salen de la columna vertebral o incluso a la propia médula espinal.
- Los problemas de los discos fibrosos entre los huesos de la columna vertebral también pueden causar dolor, entumecimiento o debilidad de las extremidades.
Terapias
Las terapias médicas pueden ayudar a aliviar la rigidez y las contracciones musculares que contribuyen a los cambios de postura. El enfoque de la terapia depende en gran medida de los síntomas únicos de cada persona y de su salud general. Su médico puede aconsejarle:
Consejos para mantener los huesos sanos
Mantener los huesos fuertes puede aliviar el dolor.
- Hable con su médico acerca de los cambios en los medicamentos para la EP que pueden aliviar los problemas esqueléticos o de la columna vertebral y las estrategias para optimizar los medicamentos con el fin de asegurar que sean más eficaces para la EP.
- Pregunte a su médico de atención primaria acerca de hacerse una prueba de densidad mineral ósea. Si está baja, hay medicamentos disponibles para ayudar a mantenerla o aumentarla.
- Hable con su médico acerca de hacerse un examen del nivel de vitamina D en la sangre. Si es bajo, siga las indicaciones de su médico sobre el uso de suplementos.
- Reduzca el riesgo de caídas haciendo el hogar más seguro con el consejo de un terapeuta ocupacional y usando los dispositivos de asistencia correctos (incluyendo diferentes tipos de andaderas o bastones) cuando sea necesario, por indicación de un fisioterapeuta.
- Manténgase activo y en movimiento. El ejercicio ayuda a mantener los huesos fuertes y puede aliviar la distonía, entre otros síntomas. No hay ningún ejercicio universal; lo que disfrute y pueda hacer será el ejercicio correcto. Trate de estar activo por lo menos 30-45 minutos al día. Caminar, nadar, practicar yoga, Tai Chi y bailar son buenas opciones.
- Consulte a un fisioterapeuta para obtener consejos sobre cómo estirar, fortalecer y relajar sus músculos y para obtener un programa de ejercicios adaptados a sus propios síntomas de la EP.
- Pregunte a su médico acerca de la detección temprana de cambios en la postura, cuando pueden tratarse y antes de que se vuelvan permanentes.
- Visite a su médico para realizar exploraciones físicas regulares para descartar causas de dolor no relacionado con la EP o cambios en la columna vertebral no relacionados con la EP.
- Las terapias alternativas o complementarias pueden ser útiles en algunos casos. Por ejemplo, la acupuntura o el masaje pueden ayudar a algunas personas con dolor y pueden ser considerados.
Página revisada por el Dr. Kevin Duque, investigador clínico en Neurología, División de Trastornos del Movimiento, en la University of Cincinnati.