Mi Historia con EP – José María Gregorio Molina
José Mª. Gregorio Molina. 66 años de edad. Diagnosticado con Parkinson hace seis años.
"JAMAs me rendiré".
Soy una persona vital, entusiasta y emprendedora. De hecho, me pilló recuperándome del cierre de mi empresa, a finales de 2013. Justo cuando creía que había salido del agujero en el que se convirtió mi vida a raíz de la liquidación de ésta, en junio de 2017 me diagnosticaron con Parkinson. Daba el perfil: varón, 60 años, sin antecedentes… Parecía la ficha policial de un delincuente cualquiera. Pero no, era el perfil más habitual de la persona con Parkinson.
A partir de ahí, intenté ver en mí todos y cada uno de los síntomas que cualquier persona asocia a esta enfermedad: temblores, rigidez y así hasta un largo etc. Al principio, llegué a creer que lo mío había sido una broma de mal gusto, pues de los síntomas descritos sólo dos parecían haberme afectado: la escritura y el habla.
Visto lo visto y leído lo leído, no estuve dispuesto a consentirle a este tal Míster Parkinson, que se había instalado en mi vida y que ya sabía que no se iba a ir, que me absorbiera de tal modo que me impidiera seguir relacionándome con mi familia, amigos, ni seguir creciendo en lo personal y profesional, especialmente ahora que había encontrado un nuevo y apasionante campo profesional al que poder dedicarme: la contratación pública.
Así que una de mis primeras decisiones fue contarles a mi hijo y tres hijas la decisión que había tomado con respecto a la enfermedad y no fue otra que la de garantizarles que iba a luchar contra ella con todas mis fuerzas. En primer lugar, por mí mismo y, en segundo lugar, porque encauzando la lucha de esa manera era la mejor forma de evitarles a ellos más sufrimiento del realmente necesario, procurando ser independiente para las actividades de la vida diaria el mayor tiempo posible.
Así que puse las iniciales de sus nombres, por orden de edad:
(J)osé Mª.+(A)na+(M)aria+(A)licia : “JAMAs me rendiré”. Y en eso estamos. Luchando en todos los frentes que van saltando, para poder cumplir con este doble compromiso conmigo y con mis hijos.
Seis años de dura y disciplinada lucha para conseguir que este inquilino instalado en mi vida no logre —o mejor—, que avance lo más lento posible.
Al día de hoy, no he dejado de hacer nada de lo que antes hiciera. Bueno, para ser riguroso en el análisis, es cierto que evito ciertas conversaciones en público, docencia, charlas y conferencias y en lugares con ruidos, aunque también es cierto que en el ámbito privado me mantengo algo más firme y resuelto.
Y donde no he dado ni un paso atrás ha sido en las tareas cotidianas de mi vida: vestirme y desvestirme, calzarme y descalzarme, aseo personal, comer y hacer de comer, hacer deporte, etc. Y no porque no me cueste, que cada día voy notando un poco más de lentitud a la hora de hacer todas estas actividades. Lo que me lleva a no olvidar que llevo a mi inquilino dentro, cual “alien destructor”.
A nivel intelectual, sigo igual que antes de mi jubilación, trabajando en mi tesis doctoral y coordinando a un equipo docente e investigador altamente cualificado en temas de contratación pública, generando ideas y nuevos proyectos cada día.
Por suerte, cada día me levanto cada día antes del amanecer, a hacer mi rutina de ejercicios y recibir al nuevo día recordándole mi promesa de que ¡¡¡JAMAs me rendiré!!!