Úselo o piérdalo: Nunca es demasiado tarde para moverse en la EP
No importa en qué punto se encuentre en su recorrido por la enfermedad de Parkinson (EP), el movimiento habitual es una buena medicina. Aunque los estudios demuestran que la incorporación de una rutina de ejercicio es esencial para el manejo de los síntomas de la enfermedad de Parkinson, saber por dónde empezar o cómo volver a empezar de forma segura después de un descanso, puede ser un reto. Trabajar con un fisioterapeuta para crear un plan de ejercicio personalizado y encontrar el apoyo adecuado puede ofrecer motivación para moverse.
Este artículo está basado en una Charla con Expertos - Expert Briefings de la Parkinson's Foundation Úselo o Piérdalo: impacto de la actividad física en el Parkinson presentado por Miriam Rafferty, PT, DPT, PhD, Shirley Ryan Investigadora Científica de AbilityLab de la Northwestern University, un Centro de Excelencia de la Parkinson's Foundation. La Dra. Rafferty es también miembro del comité directivo del Proyecto de Resultados (Parkinson's Outcomes Project) de la Parkinson's Foundation.
Amplios beneficios para el ejercicio
No es un secreto que el ejercicio nos hace bien a todos. Para las personas con la EP, el ejercicio es un componente poderoso del bienestar. El Proyecto de Resultados del Parkinson (Parkinson's Outcome Project), el estudio más grande en la historia de personas con la EP, muestra que quienes hacen ejercicio por lo menos 2.5 horas por semana desde poco después del diagnóstico experimentan una mejora en la calidad de vida.
Un riguroso programa de ejercicios estructurado puede aliviar los síntomas del movimiento de la EP. Los entrenamientos específicos para cada tarea mejoran la marcha, el equilibrio, la fuerza, la movilidad y mucho más. El ejercicio puede mejorar la calidad de vida y minimizar los síntomas no motores, como los cambios en el estado de ánimo, la depresión y la ansiedad. También puede mejorar la cognición, así como la función cardíaca y pulmonar.
Peligros del desacondicionamiento
Si bien muchos tenemos las mejores intenciones con respecto al ejercicio, la imprevisibilidad de la vida puede descarrilar fácilmente el progreso. El aumento del dolor o la fatiga durante el ejercicio, una lesión, una caída o, en tiempos recientes, los cierres relacionados con COVID-19 son razones válidas por las que se puede interrumpir una rutina de ejercicio.
Frustrantemente, los períodos de inactividad disminuyen nuestra capacidad de estar activos. La falta de ejercicio conduce a un “desacondicionamiento”, un ciclo desafiante en el que aumenta la fatiga, el movimiento se vuelve cada vez más difícil y la fuerza y la resistencia disminuyen.
Unos cuantos días de inactividad pueden hacer que una rutina normal de ejercicio se sienta más pesada. Pausas de movimiento más largas pueden causar sensación de fatiga incluso durante las actividades diarias, como caminar o hacer las compras en el supermercado. La hospitalización prolongada o guardar cama pueden dar lugar a un desacondicionamiento severo, donde completar incluso la más mínima actividad sin fatiga es difícil.
Aunque es importante tratar de detener el desacondicionamiento temprano, nunca es demasiado tarde para cosechar los beneficios de un mayor movimiento y retomar su rutina de ejercicio.
Pequeños saltos conducen al éxito
La investigación demuestra que iniciar o retomar un programa de ejercicio puede ser abrumador. Las personas a menudo adoptan cambios saludables gradualmente, en etapas. En cuanto al ejercicio se refiere, esto puede oscilar entre cuatro etapas:
- Etapa de precontemplación: Alguien que no tiene intención de hacer ejercicio o está empezando a contemplar actuar.
- Etapa de contemplación: Alguien consciente de que el ejercicio es beneficioso pero que no ha dado el salto de saber a hacer.
- Etapa de preparación: Aquellos que han comenzado a hacer ejercicio pero no lo hacen regularmente. También incluye a aquellos que regresan después de un descanso.
- Etapa activa y ávida del ejercitador: alguien que se ejercita regularmente para mantenerse saludable.
Para pasar de pensar en el ejercicio a participar activamente en la actividad física, tendrá que abordar cada uno de los retos que se interpongan en su camino. Un compromiso exitoso con el ejercicio a largo plazo requiere de motivación, apoyo, dirección y ajustes ocasionales a su programa, con base en sus necesidades específicas.
Busque apoyo
Una vez que haya tomado la decisión de priorizar el ejercicio y el bienestar, la creación de un sistema de apoyo puede ayudarle a mantener su compromiso. Un fisioterapeuta puede ayudarle a iniciar la actividad de forma segura y a mantenerse en movimiento durante todo el transcurso de la enfermedad de Parkinson, creando una línea de base de movimiento, diseñando un programa de ejercicios adaptado a sus necesidades y abordando los desafíos de movimiento a medida que se producen.
Apóyese en sus amigos, familiares, su red de apoyo social o su cuidador para obtener motivación y colaboración. Un compañero de entrenamiento puede mantenerle comprometido, responsable y seguro. Una ubicación conveniente puede aliviar las barreras para hacer ejercicio. Un buen control de los síntomas también es importante. Trabaje con su médico de la EP para optimizar sus medicamentos.
La tecnología digital de la salud también puede ayudar. Los smartphones o relojes suelen ofrecer funciones de seguimiento de la actividad física, como un podómetro (contador de pasos) y un monitor de frecuencia cardiaca y permiten a los usuarios descargar aplicaciones de ejercicio y controlar el progreso del ejercicio. Programar un temporizador puede incitarle a recordar su sesión de ejercicio habitual.
Ajuste según sea necesario
El Parkinson es progresivo, lo que significa que los síntomas y las necesidades pueden cambiar a medida que la enfermedad avanza. Es importante discutir con su equipo de atención médica anualmente estrategias para mejorar la coordinación, la fuerza, el equilibrio y otros desafíos que interfieren con la vida diaria.
Junto con el Colegio Americano de Medicina Deportiva (American College of Sports Medicine), la Parkinson's Foundation creó recomendaciones de ejercicios específicos para la enfermedad de Parkinson, aconsejando a las personas con Parkinson esforzarse por participar en 150 minutos de actividad aeróbica, entrenamiento de fuerza, actividades de equilibrio, estiramiento y más, semanalmente. Un fisioterapeuta puede ajustar estos elementos clave en un programa de ejercicios adaptado a sus necesidades actuales.
Y lo más importante: encuentre un ejercicio que disfrute. Puede ayudarle a comprometerse a largo plazo con una vida saludable.
Descubra más
Llame a la Línea de Ayuda de la Parkinson's Foundation al 1-800-4PD-INFO (1-800-473-4636), opción 3 para español para obtener referencias de profesionales de la salud y clases de ejercicios específicos para el Parkinson cerca de usted.
Nuestros entrenamientos de EP Salud en Casa - PD Health @ Home Viernes de Ejercicio — una colección de vídeos de ejercicio personalizados para el Parkinson — pueden ayudarle a moverse desde la comodidad de su hogar.